jueves, 4 de junio de 2009

El Consultorio del Dr. Vázquez

El doctor Vázquez paseaba por su oficina, tratando de recordar qué era aquello que le había pedido su hijo para el cumpleaños. Juguetes, pelotas, películas pasaban por su cabeza, pero no lograba acordarse del presente que su hijo esperaba para el viernes próximo. El doctor Vázquez es psicólogo, y atiende en su oficina situada en el centro de la ciudad a muchos personajes célebres de nuestra sociedad. Un segundo antes de que el doctor optara por claudicar en su intento de rememoranza, su secretaria golpeó la puerta y anunció que se siguiente paciente esperaba ser atendido.

-Que pase- pidió Vázquez serenamente.

Un momento después, cruzaba el umbral una figura imponente. Su musculoso cuerpo iba vestido como de costumbre: pantalones y remera de un naranja brillante, el mismo color de sus gafas; un gran cinturón plateado y unas relucientes botas azules. Llevaba además, una fina capa blanca, que le daba un aspecto profesional. El gigante paciente estrechó la mano al Dr., dejando ver una profunda congoja en su cara.

-¿Cómo está, Mister Músculo?- interrogó el doctor.
-Y... he estado mejor,- respondió el paciente, al tiempo que se ubicaba en el diván- últimamente me he sentido bastante discriminado, incluso bastardeado.
-Ya hemos hablado de ésto, Mr., creí que habíamos quedado en que en tanto usted crea que su labor aporta al bienestar de la gente y a su felicidad, no debe importarle el qué dirán- replicó el doctor.
-Sí... - contestó Músculo- el tema es que ya no sé si es esto lo que me hace bien. ¿Qué tal si ya no me gusta tanto andar corriendo por el mundo, auxiliando a las amas de casa con sus problemas de limpieza? ¿Qué pasa si creo que en realidad mi aporte a la comunidad es tan superficial que daría lo mismo que no lo hiciese?
-Ajá... Dígame, míster, -pidió el doctor- ¿de dónde cree Ud. que pueden haber salido estas dudas, este conflicto que le hizo ver su situación desde esta perspectiva?

Ante esta pregunta, Míster Músculo se incorporó, y cambió su posición lentamente en el diván. Daba la impresión de que tenía muchas ganas de hablar acerca de este tema, pero no sabía de que manera expresarlo sin quedar como un tonto.

-La semana pasada -comenzó Músculo, con un hilo de voz- decidí asistir a la Reunión Mensual de Superhéroes...
-Muy bien...
-Alquilé un elegante traje, obviamente naranja al tono de mi uniforme laboral, e incluso mandé a acondicionar mi auto para asistir al evento de una manera prolija.
-Prosiga
-Llegué puntual, me registré y entré al salón. Había un servicio de lunch muy bueno, e incluso una pista de baile bellísima
-Entonces, ¿en qué radica su problema?
-La cuestión es que... cuando empezaron a llegar los invitados, poco a poco fui quedando aislado. Spiderman me ignoró por completo al pasar a mi lado, Wolverine ni siquiera gruñó cuando le levanté la mano en señal de saludo, y... la Chica Maravilla, que había coqueteado conmigo en las fiestas de fin de año, simplemente hizo como si yo fuera tan invisible como su nave voladora.
-O sea que se sintió ignorado, ¿correcto?
-No es sólo eso: más tarde, cuando me senté en una mesa, con el gemelo fantástico (el cual se había transformado en un rastrillo de plástico) y Aquaman (quién había pedido expresamente que se saque la merluza del menú); empecé a notar cierto aire burlón desde la mesa de enfrente.
-¿Por qué burlón?
-Estoy seguro de haber escuchado la voz de Batman diciéndole al hombre elástico algo acerca de "el héroe de las mucamas" y a continuación la mesa entera estalló en carcajadas. Incluso Fenomenoide, el cual no puede combinar ni las medias, se reía de mi aspecto.

De pronto, Mr. Músculo se detuvo. Podía sentirse en la atmósfera de la oficina un clima de melancolía. No obstante, el Dr. Vázquez sabía de qué manera ayudar a su cliente, entonces fue quién habló primero.

-Dígame, Señor Músculo, -comenzó- ¿piensa usted que su disfraz es ridículo? Limite su respuesta a su opinión, sin importar lo que puedan opinar terceras personas.
-No, de ninguna manera: me encanta mi traje.
-Bien. Primer asunto resuelto: no tiene nada de que avergonzarse de su estilo, el cual le es propio, original de su persona. No escuche críticas de superhéroes que portan los mismos azules y rojos imperialistas, y que no pueden ver más allá de sus paletas de colores.
-Tiene razón, doctor.
-Ahora contésteme, ¿piensa usted que podrían existir superhéroes como ellos, si no hubiera un ambiente propicio para su desarrollo? ¿Cree usted que si Bruno Díaz no tuviera su mansión en orden, en perfecto estado higiénico, podría dedicarse plenamente a su labor social? ¿Acaso se imagina un Clark Kent que deje de lado su profilaxis así como sus refinados modos, para dedicarse sin más a la protección del mundo?
-¡Claro que no, doctor!¡Tiene usted toda la razón!Yo represento la primera etapa, la etapa sustancial del bien: yo hago posible las condiciones materiales en las que se desarrollará el trabajo de ellos. Soy el bien primario que hace posible el bien posterior.
-En efecto. Creo que este tema está resuelto, ¿no lo cree usted?
-Muchas gracias, doctor, muchas gracias de verdad.
-No es nada, por favor.

La sesión terminó. Mr Músculo saludó con un caluroso abrazo al Dr. Vázquez y confirmó su asistencia para la semana próxima.
Y cuando el paciente se retiró, el doctor levantó el teléfono, discó el número de su casa y exclamó:
-María, me acordé: el nene quiere para su cumpleaños el disfraz de Superman.


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