martes, 24 de mayo de 2011

Sólo son centavos

El "cambio" o (más correctamente) "vuelto", es aquel saldo monetario restante que recibe el comprador de algún bien o servicio cuando el importe a pagar es menor al monto que él desembolsó. Es el dinero restante luego del saldado de cuentas. Son las monedas que te devuelve el kiosquero cuando vas a comprar puchos. Etcétera.

En esta parte de la exposición, el lector se estará preguntando cosas como: ¿En serio va a publicar un post sobre los vueltos?,¿No le parece un tema insignificante?,¿Se está quedando sin ideas?,¿Nos toma por pelotudos?,¿Está bajo los efectos de múltiples estupefacientes?. Y las respuestas, lamentablemente, son todas por la afirmativa.

No obstante, aunque parezca ésta una temática marginal, la realidad muestra que no lo es: constantemente grandes y poderosas empresas amplían sus franjas de ganancia a partir del apoderamiento del denominado “cambio”. Téngase en cuenta, por ejemplo, la enorme reducción de impuestos que efectúa Wal Mart cuando “dona” los vueltos aportados por los clientes a algún hospital de niños.
Hablo de “cambio” como un nombre erróneo porque no representa en sí ninguna transacción de equivalentes: el “cambio” no es parte del “inter-cambio”, sino tan sólo el restante que queda luego de que éste se lleve a cabo.

De cualquier manera, dejando de lado las cuestiones economicistas, mi propuesta es profundizar en tres aspectos de la problemática cotidiana del vuelto, a las cuales nos enfrentamos comúnmente en nuestra existencia diaria.

En primer lugar, el mismo hecho de tener monedas (dinero de baja denominación) representa una dificultad en sí misma. Los transportes públicos, los parquímetros, los teléfonos públicos... muchas de las acciones básicas del habitante de un centro urbano dependen de la circulación efectiva de monedas de ardua consecución. Los comerciantes, acostumbrados a esta problemática, tienden a profundizarla cuando retienen de manera caprichosa toda pequeña moneda que se encuentran y se niegan de manera sistemática a ceder como vuelto los céntimos que para ese fin habían sido conservados. El resultado es que no hay “cambio” en ningún lado. Diálogos como este se suceden en cada kiosco:

-¿Disculpe, tiene cambio de dos pesos en moneda para usarlos en el colectivo?
-¿No ve el cartel?. No hay cambio.
-Bueno, entonces déme un caramelo por diez centavos.
-Sólo si paga justo.
-Muy amable, se puede ir a cagar.

Otro problema muy frecuente ligado a la problemática del vuelto es la existencia de personas de carácter débil en lo que se refiere a la negociación por la obtención del mismo. Es decir, el aprieto que representa para algunas personas el “ir a pedir” cambio, aunque sea de manera encubierta (es decir, comprando alguna boludez barata). Veamos un ejemplo:

El Sr. Gómez debe abonar $1,50 en monedas para poder comprar el ticket de estacionamiento de su auto. Sin embargo, sólo posee una moneda de $0,50, por lo que decide comprar alguna golosina con un billete de $2 para recibir a cambio monedas suficientes para insertar en el parquímetro.
Gómez se dirige al almacén y pide un chocolatín que tiene un precio de $0,50. Pero, al ver aproximarse el billete de $2 del cliente, el almacenero (captando la intención de Gómez) exclama “No tengo cambio, pague justo”. Gómez, con el chocolatín en la mano, no se atreve a devolverlo y termina por gastar en él la única moneda que le quedaba. Ahora está más lejos aún de los ansiados $1,50.

Una última pero crucial temática en relación a los vueltos, es la presencia de trampas matemáticas que usan los comerciantes persiguiendo dos objetivos: la ampliación de la ganancia y la retención de las monedas. Muchas personas, entre las que se cuenta quien les escribe, somos víctimas de trucos aritméticos de rápida resolución que nos despojan de unos cuantos centavos o pesos.
El modus operandi de los mercaderes es el siguiente: dado un precio compuesto por números enteros y decimales y ante la negativa del cliente a su solicitud del número decimal del precio, los comerciantes piden un número decimal menor, confundiendo al comprador y posibilitando el engaño y la devolución de un vuelto menor. Analicemos un caso práctico:

-Todo junto serían… $33,80
-Muy bien, tome $50
-Tendrá 80 centavos?
-Mmm, no. No llego.
-Tal vez 30 centavos?
-Sí, 30 sí. Aquí tiene.
Lo cagaron: allí usted ya no sabe cuánto debe recibir en concepto de vuelto. Tal vez le devuelvan $16,50, tal vez $15,20 o quizás $2,30, el hecho es que estará usted tan confundido que no sabrá con certeza si el monto devuelto es el correcto.

Estas son sólo algunas de las problemáticas relativas al llamado “vuelto” o “cambio”. Es clara la relación que se establece entre ellas y los comerciantes, piedra de toque de una temática que se cobra millones de muertos por stress cada año y que hace de éste un mundo cada vez peor.

viernes, 13 de mayo de 2011

Nabokov se calza los guantes

Allá por el 2008, mi querido amigo Higleppi publicaba esto: una interesante recopilación de insultos de alto vuelo entre personajes variopintos del quehacer literario y político mundial. Casualmente, mientras deambulaba por una de las librerías de mi ciudad, recordé aquel viejo post del Rinconcito. El motivo: buscando –y buceando– entre los ejemplares de una mesa de ofertas (todo por $6) en la que abundaban los horóscopos –en todas sus variantes: zodiacales, chinos, mayas, nórdicos, peronistas– di con un libro que despertó mi curiosidad desde su mismo título: Escritores contra escritores, se leía en la portada. Como soy adicto al puterío literario, el nombre me llevó a agarrarlo y darle un vistazo. Lo di vuelta para ver la contratapa y allí figuraban estas declaraciones:
  • «Cada vez que leo Orgullo y Prejuicio me entran ganas de desenterrarla y golpearle en el cráneo con su propia tibia»
  • «Me parece una mala escritora simple y llanamente, y llamarla escritora es darle cancha. Ni siquiera creo que Isabel Allende sea escritora, es una "escribidora"»
La primera estaba firmaba por Mark Twain (a quien leí bastante y no sé por qué imaginaba como a un viejito amable) y cuyos dardos apuntaban, claro, hacia Jane Austen (a quien no leí y ahora me entraron unas ganas terribles... ya se me pasarán). La segunda es opinión de Roberto Bolaño, palabras que ya había leido en alguna entrevista o artículo sobre él. Habiendo leido a los dos, no se puede más que estar de acuerdo con el hombre. Con esos dos ejemplos ya bastaba para que el libro me sedujese, pero todavía había que mirar el interior y confirmar que había sido un buen hallazgo. La verdad, es que si puterío buscaba, puterío tenía. Había de todo y para todos los gustos: Arlt hablando pestes de Borges, Borges menospreciando a Neruda, Neruda diciendo de Huidobro que es "un comunista de culo dorado". Wilde burlándose de Bernard Shaw, Carlyle asegurando que Goethe "es el genio más grande que ha existido en un siglo, y el imbécil más grande que ha existido en tres". Resumiendo, no dudé en traerme el libro a casa. ¡Vamos! ¿Qué se puede comprar hoy con $6 pesos? No sé... 1/4 de bizcochos, el Clarín de los domingos, 3 CD's de Mambrú (en oferta a $2 c/u en Musimundo), una hamburguesa básica de McPato... salvando los bizcochos, con los demás seguro que termino indigestado. No pude evitar la tentación de seguir leyendo mientras volvía y me puse a hacerlo mientras caminaba, para peligro de mi vida (casi me atropella un auto) y también para peligro de una vieja a la que estuve a punto de meterle un codazo en la mandíbula.

Llegado a casa, y huyendo a mis obligaciones, obligaciones a las que vengo rehuyendo desde hace tiempo (mentira mamá, es joda, pero quedaba lindo decirlo) me puse a ojear el libro (¿o se dice hojear?... nunca supe si se refiere a pasar "hojas" o a pasar "ojos", en fin...) y ¡oh! sopresa, Mr. Nabokov se llevó el premio al autor que más figuraba. El buen hombre resultó ser un señor un tanto intolerante. Aunque, diría yo, tal vez no fuera intolerante, sino el único "realmente honesto". Mucha tinta emponzoñada traía el libro, gastada en gran parte para citar las palabras del escritor rusoamericano. Vayan algunos fragmentos a modo de muestra:
 
Sobre Samuel Beckett:
«Todo es tan gris e incómodo [en sus libros], que al final parece que sufra constantes malestares de vejiga, como le pasa a veces a la gente mayor cuando duerme». [Rating: Tibio]
Sobre Saul Bellow:
«Una miserable mediocridad». [Rating: Contundente]
Sobre Arthur Conan Doyle:
«Yo no soy Conan Doyle, quien –por esnobismo o pura estupidez– prefería ser conocido como autor de una historia de África, que consideraba muy superior a su Sherlock Holmes» [Rating: Doyle]
 Sobre Sigmund Freud:
«Aprecio mucho a Freud como autor cómico».
«Dejemos que los crédulos y los vulgares continúen creyendo que todas sus aflicciones pueden curarse mediante una aplicación diaria de mitos griegos en sus partes íntimas». 
«¿Por qué habría de admitir a un perfecto extraño en la cabecera de mi mente? He comentado esto antes, pero no detesto a un solo doctor, sino a cuatro: el doctor Freud, Doctor Zhivago, el doctor Schweitzer, y el doctor Castro.»
[Rating: Violado de niño]
Sobre Ernest Hemingway:
«Leí a [Hemingway] por primera vez a mediados de los cuarenta, something about bulls, balls & bells*, y me repugnó». [Rating: balls hinchadas]
*Algo acerca de toros, pelotas y campanas.
Sobre James Joyce:
«[Finnegans wake es] un fracaso trágico y un aburrimiento espeluznante».
[Rating: ¡Don't snob with me!]
La lista de autores agraviados por el señor Nabokov continúa... Es más, creo que tal vez debería comprar el libro Escritores a favor de escritores, así me entero de lo que sí le gustaba (si es que hay algo que le gustase). Para terminar, les dejo el comentario que hace sobre él un viejo maldito:

«No he leído el volúmen de Nabokov (Lolita) y no pienso leerlo, ya que la longitud del género novelesco no coincide ni con la oscuridad de mis ojos ni con la brevedad de la vida humana». Jorge Luis Borges [Rating: viejito y ciego]

Doctor Seisdedos,
[Rating: vago]