viernes, 24 de octubre de 2008

Mal puntuado

Dada mi pobre condición intelectual por estos días en que la totalidad de mis neuronas están enfocadas hacia los estudios de carácter gramatical y sintáctico me veo en la obligación de echar mano una vez más a la genialidad ajena, la cual es millones de veces más creativa que la propia, para mantener el ritmo de posteo a fin de que nuestros millones de lectores no se quejen.....¿que no son millones?..... nuestros miles de lectores.....¿tampoco?.....cientos de lectores serán entonces.....¿que son 50?.....ahhhh sin cuenta, ¿entonces no nos lee nadie?...¡¿y para que carajo escribimos, me podés decir?!....está bien, bueno me dicen acá que escriba o me compran abono de platea para toda la temporada de Bailando con Cotto (para los que no saben es la versión paranaense de Bailando por un Sueño). Bueno sin más preámbulos ahí les va el homenaje del día de la fecha para unos grandes del humor: Les Luthiers.

El siguiente es un fragmento de introducción conocido como mal puntuado, el cual pertenece a la obra "El acto en Banania" contenida en el espectáculo Viegésimo aniversario.

Los críticos recién comenzaron a apreciar las obras de Mastropiero cuando ya era grandecito...cuando ya eran grandes hitos en la historia de la música. Por ejemplo, un conocido crítico se resfrió... se refirió... se refirió a Mastropiero. Punto. Con esto termino... con éstos términos... le falta el... con estos términos... no le han puesto... ¿cómo es?... arriba de la "t"... ahí... a veces se borra... ¿cómo es?... la diéresis, no tiene... Mastropiero se ha creado fama de artista espiritual pero come todo... pero con métodos... con métodos pocos, claro... con métodos poco claros. Podríamos llegar a admirarlo siempre. ¿Y cuándo tomaremos? ... siempre y cuando tomáramos... tomáramos en cuenta su tenaza... su tenaz ambición. Tenaz, en el medio no hay nada, ambición. En los más prestigiosos foros internacionales en que estuve excitado... en que estuve he citado muchas veces ¿eh? ... muchas veces he citado el fracaso de su operación... el fracaso de su ópera "Sión y el judío era antes"... "Sion y el Judío errante", que se basaba en una vieja leyendo ebria... en una vieja leyenda hebrea. ¡Me di cuenta enseguida! ¡No podía ser! ¡Ebria va con "h"! Siempre dije que dicha ópera fracasó porque no muestra los sexos, dos... los dos sexos... no muestra los éxodos de dicho pueblo, y por eso Mastropiero soportó ¡ha batido un huevo!... soportó abatido un nuevo fracaso. Por esos días Mastropiero enfrentó grandes problemas: chocó con la bici... con las vicisitudes más adversas. Por entonces conoció a los Condes de Freistadt, y cuando ya no podía más sacudió a la condesa... acudió a la condesa. Ella lo conectó a Mastropiero con el agregado cultural de la embajada de la República de Banania. Aquí termina la anécdota, pero él te mató. ¡Da vía, da!. ¡Pará!. Más. Pero el tema todavía da para más. Esto es, todo esto... todo esto es ... todo es... Esto es, todo... todo, esto, ese, todo eso es. Éste todo, ¡Oh!, ¿qué es esto?, éste se, éste se, todo eso se, eso se tostó, se... ese seto es dos, dos tes, dos, eso es sed, esto es tos, tose tose toto, o se destetó teté o est ... ¡Ahh..! ¡Esto es todo!

viernes, 17 de octubre de 2008

En mi barrio también se consigue

Creo que en alguna ocasión he manifestado públicamente que mi barrio es un lugar único y especial, exactamente igual a todos los demás.

En el seno de esta comunidad convivimos personas de diferentes orígenes, que por cuestiones del destino (y del infortunio) terminamos viviendo en conjunto. He hablado anteriormente de la organización política de mi barrio, pero en estos momentos de crisis económica internacional, ni siquiera lugares como Cuba o la Casa de Gran Hermano pueden mantenerse aislados a sus consecuencias; es por eso que quiero hablarles del mercado del barrio, en donde se plasma cada acción invertida en el Dow Jones.

El Mercado de mi barrio está compuesto por una amplia gama de pequeños puestos que comercializan cada uno, diversos productos pertenecientes a los sectores primarios productivos. Gracias a éstos mercaderes que nos abastecen, buscando además una mínima proporción de lucro en su actividad, podemos mantener un cierto orden económico, sin dejarnos influir por la cruel economía de mercado liberal. Sin embargo hace un tiempo que no entendemos nada, y con ésta gran crisis que vemos en la tele, mostrándonos imágenes de señores calvos agarrándose la cabeza desesperados mientras miran un tablero electrónico, cada vez sabemos menos.

Según Don Pancho, el verdulero, los accionistas yanquis están "re cagados" y sacan sus acciones de las empresas industriales y ésto hace que bajen las bolsas. Ante esto se levanta Doña Raquel, la florista, que le dice que deje de robarle las violetas y principalmente que deje de hablar vanamente sobre cosas que no entiende, que el valor de la bolsa no nos perjudica en mucho, que lo importante es el producto en sí. A continuación empiezan a volar zapatillas de contrabando, cortes de novillo y alguna que otra botella de detergente.

Pero en el medio del caos, la voz de la experiencia y la sabiduría se hace oír: el Señor Hernández, vendedor de libros usados, y según se dice graduado en filosofía, alza su discurso sobre todo murmullo.
"Esto, dice Hernández, es una más de las recurrentes crisis cíclicas del capitalismo, una crisis de subconsumo, de sobreproducción, de desequilibrio entre la demanda y la oferta".
Ante esto, el resto de los comerciantes optan por irse tranquilos a sus puestos, alentados básicamente por la certeza de que no van a entender nada y por el hecho de que tanta discusión no garpa la cuenta de la luz. Sin embargo, el Conserje del Mercado, que alguna que otra vez jugó al Estanciero y sin querer leyó el suplemento Economía del Clarín porque no encontraba el de Deportes, se acerca hacia el puesto del Sr. Hernández, a fin de profundizar en la opinión de éste.

El conserje avanzó tímidamente hasta el local (sobre todo porque al haber no encontrado el suplemento deportivo aquella vez, había decidido expropiárselo al vendedor de libros) y se detuvo enfrente al anciano Sr. Hernández, que limpiaba la tapa de un polvoriento tomo de "El Capital". Ante la presencia del conserje, Hernández no esperó preguntas y continuó su argumentación. "Es simple, enfatizó, al haberse tornado una competencia entre grandes empresas que abarcan procesos productivos de todas las ramas, y al haberse invertido grandes cantidades en capital fijo y menos en consumo y en salarios, lo que hace bajar a su vez el consumo de los trabajadores, se crea una gran diferencia entre la amplia oferta de productos y la poca demanda de éstos en el mercado, lo que hace que bajen los precios, haya pérdidas, baja de tasas de ganancias, cierre de empresas, quiebras de bancos y subas enormes del desempleo".

El Conserje, que a esta altura pensaba que mejor hubiera sido quedarse limpiando su oficina, no supo más que pronunciar un ahogado "Se va todo al carajo". Hernández rió: "Si, igualmente esto ya ha pasado varias veces, y lo más probable es que luego de tocar fondo todo se vaya recuperando, pero con un nuevo líder, ya no con la hegemonía Estadounidense".
El conserje rebalsaba de interrogantes, y entreveradas las fue largando: ¿Para qué el salvataje?¿Otro líder, quién? ¿Qué va a ser de nosotros? ¿A quién sentenciaron Bailando por un sueño?...
El señor Hernández ahora no rió, se limitó a mirar pensativamente a la cara estupefacta del conserje y luego dirigió su vista a un póster de Maddona que tenía colgado en su negocio. "Ehhh... el savataje es para que no se llegue a extremos, es más, señor... los líderes podemos ser nosotros, Argentina, pero necesitamos también hacer salvatajes financieros, poner plata todos, de otra manera, ¿cómo vamos a hacer para vivir como nos merecemos? Es más, reúna urgentemente a todo el mercado, necesitamos consensuar nuestras medidas... y por favor fíjese en la guía el teléfono de ticketek, muchas gracias".
El conserje, que por un lado no entendía nada del salvataje, pero lo consideraba imprescindible y por otro lado se había quedado con la intriga de quién había sido nominado en Showmatch, rápidamente efectúo las acciones mandadas por Hernández.

Ya reunidos, el vendedor de libros de segunda mano les explicó a todos el panorama económico y llegaron al acuerdo de reunir entre todos una suma apropiada para el salvataje económico del mercado barrial: 650 pesos, dos polleras tutú y seis latas de red bull, lo cual, según explicó Hernández, pasaría a sus manos y sería invertido en donde el considere sea conveniente. Dijo además, que tenía la certeza de que si se transmitían sus ideas podíamos imponer desde Argentina un nuevo modelo económico más fuerte y justo, y que un país que había inventado inflaciones tan bajas, bolígrafos tan lindos y muertes por caída en la bañera con el detalle de disparos en la nuca, podía ser el seno de cualquier otra invención extraordinaria.

El ánimo del mercado, y del barrio en sí fue entonces de un optimismo generalizado, y mientras todos se retiraban a su casa, incluido el Señor Hernández, que se retiraba cantando "Like a Virgin" con una bandana de Maddona en la cabeza; supe, una vez más, que me encanta este sistema capitalista liberal, en el que el Estado no debe intervenir para garantizar el pleno empleo y el desarrollo natural del mercado, que traerá la prosperidad y el progreso, la igualdad de oportunidades y la felicidad; ahora, por favor que intervenga cuando nos mandamos cualquiera y necesitamos algún que otro billón de dólares para tapar algún huequito y que los misters Sociedad Anónima no se enojen.

Ah, me olvidaba, los nominados del bailando son la Guercio, De Melo, Santillán y Fassi, ¡wow!.

viernes, 10 de octubre de 2008

Consejos útiles para ser un buen estudiante

¡Estudiantes eran los de antes! —declaman a viva voz las viejas en las puertas de las escuelas y en las marchas estudiantiles a favor de un boleto de transporte diferenciado.
Lo que sucede señora —responde un jóven mientras escribe un graffiti en el que se lee: ¡Viejas eran las de antes!— es que los tiempos han cambiado, o mejor dicho, el tiempo es el mismo pero quienes hemos cambiado somos los jóvenes y con nosotros nuestras costumbres ¿me interpreta?. Ésto ha generado un nuevo modelo de estudiantes con valores diferentes a los viejos...a los viejos valores.

El Rincón del Gordo Morcilla, en su deformador carácter....ehh en su carácter de formador, acerca estos consejos a todos los niños ávidos por aprender....bueno a todos los niños.

Consejos útiles para personas inútiles

Hoy: Consejos útiles para ser un buen estudiante

"La tarea me la comió el perro" es una excusa retrógrada. Jóven de hoy, sea ingenioso, proponga nuevos enunciados explicativos ante la concreción de un falta que permiten la exoneración del implicado de todo cargo y culpa:
a. Disculpe señorita, no es que me olvidé de hacer la tarea, sucede que sufrí una falla de software que repercutió en la pérdida de datos en mi disco rígido lo cual me impidió llevar a cabo los deberes pertinentes.

b. Yo no pude hacerla porque el planeta Marte esta alineado con la 5ª luna de Venus y Horangel dijo que este suceso es propicio para romper con la rutina, y como usted nos da tarea todos los días...

Nunca desestime un buen libro o curso de criptografía. Pueden resultar muy útiles a la hora de hacer machetes.

— No se moleste en tener ideas propias. Las del docente son palabra santa y al fin y al cabo es quién pone las calificaciones.

— Fingir hipoacusia es una buena forma de disimular el uso de auriculares que conectados al reproductor de mp3 permiten escuchar los apuntes oportunamente grabados. Esta técnica requiere mínima capacidad actoral, pero eso sí, debe ser cuidadoso en mantener el personaje durante el tiempo que se encuentre en la escuela, no vaya a ser que algún inoportuno se entere y lo buchonee.

— Hacerse amigo de la persona correcta es algo que puede reportarle múltiples beneficios así como hacerse amigo de la incorrecta le puede acarrear numerosos dolores de cabeza.

— No ingerir bebidas alcoholicas previo a las clases. Si bien puede ser una experiencia interesante, es altamente contraproducente: está científicamente comprobado que las exposiciones de los docentes aumentan los dolores de cabeza producidos por la resaca.

— Si su hermano u hermana mayor iba a la misma escuela que usted...
...y era un buen alumno: repita siempre cuan parecido es a él.
...y era un revoltoso incurable: cámbiese el apellido.
— Un buen desempeño en el primer trimestre es crucial para aliviar presiones en los dos siguientes. Es un hecho que los dos últimos están dedicados a tomar recuperatorios a aquellos que les fue mal en el primero.


Hasta la vista...babies...





sábado, 4 de octubre de 2008

¿Cholulo yo?

Una vez más, mi situación indigna me ha obligado a concentrar la totalidad de mi capacidad cerebral en los estudios, lo cual ha posibilitado mi rápido y decidido impulso a tomar prestado algún texto mucho mejor del que yo mismo podría escribir en cualquier circunstancia. Si dudan de mi condición de esclavo de mis apuntes, bastará con fijarse en el horario de publicación de este posteo para confirmar mi palabra.

El texto que les traigo es del maestro Alejandro Dolina, sacado sin dolor de alguna revista sin mucho renombre. Y más allá de cualquier juicio de valor, es simplemente arte. Allá va.

Elegía para una raza en extinción
Vindicación del cholulismo
por Alejandro Dolina

Hubo una época en que a la gente le costaba distinguir entre la vida y obra de sus ídolos. Cruzarse con el astro favorito era más importante que el casamiento de un hijo. Después, el romanticismo comenzó a morir. Y mientras los investigadores deciden si fue por causas naturales o por asesinato, el autor de las siguientes líneas inicia el rescate de los cholulos. Para jugar, para gozar del arte o para asombrarse ante lo mágico, siempre es indispensable condescender a una amable seriedad. Los chicos disfrutan intensamente sus diversiones, precisamente porque se las toman en serio. Por el contrario, el escepticismo, el cinismo y la morbosidad analítica pueden dejarnos fuera de muchos deliciosos entretenimientos. Ninguna obra artística podría interesarnos si no aceptáramos de antemano creer en lo que se nos cuenta, aunque sepamos que es falso. Pensemos en el teatro: si uno razona que el hijo moribundo, la madre desesperada y el traidor asesino no son más que individuos fingiendo, difícilmente pueda encontrar emoción alguna.

El conocido racionalista de Flores, Aquiles Fabregat, que no comprendía estas cosas, solía asistir al cine Fénix de la avenida Rivadavia. En lo mejor de la película, cuando las viejas lloraban por las desventuras de Arturo de Córdova, Fabregat explicaba en voz alta que todo era ilusión óptica y que el drama que el público creía ver no era otra cosa que una serie de fotografías proyectadas por una lente. Después, trataba de impartir elementales nociones acerca del funcionamiento de la retina, aspecto que -por lo general- desarrollaba mientras lo echaban a patadas. Quiero decir con todo esto que para vivir ciertas experiencias se necesita un poco de ingenuidad. No es que uno postule el pajueranismo intelectual de los abribocas que se desmayan ante las puertas giratorias. Pero es evidente que la perpetua demostración de perspicacia acaba por confinarnos en un mundo insípidamente real.

Así, en los últimos años han desaparecido entrañables costumbres populares, solamente porque las personas se sienten demasiados astutas para ejercerlas. Ya no se dan serenatas. Nadie se disfraza. Nadie escribe con el dedo en los vidrios empañados. No se juega a la escondida. Nadie se asusta con las películas de terror. En medio de este engrupimiento general, no es de extrañar que haya disminuido la cándida admiración que antes despertaban los artistas, los deportistas y las figuras famosas. Cholula era un personaje de historieta, no demasiado popular, cuya característica era la demasiada atracción por las estrellas de cine. Con el tiempo, los periodistas empezaron a llamar cholulos a todos aquellos que manifestaban tendencia a deslumbrarse ante la fama. A mí me parece que el remoquete encierra mucho desprecio.

Y denuncio que su uso se extendió cuando ya los cholulos estaban en minoría. Antes de eso, cuando todavía existía esta desagradable palabra, el cholulismo conoció su momento de auge. Los artistas no eran entonces personas de carne y hueso, como se nos miente ahora. Tenían categoría de semidioses. Los actores no podían salir a la calle sin producir un batifondo. Alberto Castillo y Jorge Vidal obligaban a cortar el transito. Las señoras comentaban los romances de Zully Moreno o Laura Hidalgo como si fueran asuntos de interés nacional. Cuando Isabel Sarli asistía a los estrenos, sus fanáticos se esmeraban para terminar de desnudarla. Haberse cruzado alguna vez con Miguel de Molina era un episodio más conmovedor que el casamiento de un hijo.

Cierto es que algunos astros lamentaban la intimidad perdida. Al parecer, les resultaba imposible ejercitar cualquier actividad -aun las más personales- sin ser ovacionados por la multitud. A veces la gente no alcanzaba a distinguir los límites entre la vida y la obra artística de sus ídolos, cosa que -de paso- constituye el ideal del romanticismo. Cuando las compañías radiales de Héctor Bates salían de gira por los cines, los actores que hacían los papeles de malvados debían soportar los insultos y los coscorrones de un publico ingenuo y justiciero. Tanta arrebatadas expresiones no siempre fueron hijas del caos y el amontonamiento. Algunos fanáticos ordenados procuraban encauzar el entrevero y darle forma institucional. Así nacieron los clubes de admiradores. Las tareas cotidianas de estas instituciones son para el que escribe un absoluto misterio. Sin embargo, puede adivinarse que repartían fotografías, que mantenían correspondencia con las revistas y hasta es posible que existieran comisiones destinadas a conseguir prendas y recuerdos de la figura amada. Cabe imaginar la instalación de vitrinas para exhibir corbatas, botones, medias, camisas, zapatos, guantes, mechones y calzoncillos de origen estelar. No todos los clubes habrán sido iguales. Pedrito Rico o Palito Ortega deben haber inspirado entidades poderosísimas. Humildes serían las instituciones para exaltar a Lalo Fransen o a Adolfo Pérez "Pocholo".

Organizarse en grupos para admirar es -nadie lo dude- propio de espíritus nobles y desinteresados. Así lo entendió el polígrafo y pensador de la calle Artigas, Manuel Mandeb. el hombre, cautivado por la generosidad de estas iniciativas, resolvió -como siempre- ir un poco más lejos. Así surgió el Club de Admiradores. Como su seco nombre lo señala, la entidad no propugnaba ninguna admiración particular, sino una actitud admirativa general y filosófica. Noche a noche, los socios se reunían para maravillarse ante cantores, guardavallas, sastres, héroes, santos y bandoleros. Se admiraba la claridad de una luna, el color del último vagón de los trenes de carga, las carambolas de Ezequiel Navarra, el olor de las panaderías y el diseño mágico del siete de oros. El club de Mandeb desapareció por sus propósitos demasiado amplios y por la falta de pago del alquiler de sus oficinas.

Los Refutadores de Leyendas, que odiaron siempre a los cholulos, eran más proclives al rechazo que a la exaltación. Con toda insidia promovieron la fundación de clubes rechazantes, que muy pronto prosperaron en la ciudad. El Club de Rechazantes de Antonio Prieto, sin ir más lejos, organizaba reuniones en las que se proferían toda clase de denuestos contra el cantor chileno. Muchas veces los socios asistían a los recitales para silbar o sencillamente para no aplaudir. Los Refutadores siempre han creído que el rechazo es señal de inteligencia. Hoy en día se tropieza a cada paso con personas que se reputan lumbreras en virtud de su disgusto por Héctor Larrea. Y, en rigor de verdad, hay profesionales y pensadores que fundamentan su carrera en el sistemático rechazo a cualquier cosa.

Pero volvamos a los buenos cholulos. Un deporte que practicaron con tenacidad fue la caza de autógrafos. Esta disciplina encuentra soporte en el error de confundir a las personas con su firma. Como quiera que sea, los cazadores de autógrafos existieron y existen en todo el mundo. A principios de siglo la firma de Bernard Shaw se cotizaba en 50 libras. Se cuenta que Shaw liquidaba sus deudas entregando cheques por sumas inferiores a esa cantidad. De este modo, nadie se presentaba a cobrar al banco: era más negocio vender los cheques como autógrafos.

En nuestros días asistimos a un nuevo cholulismo: El de los intelectuales y el de los funcionarios. Por supuesto que esta gente no persigue a los cantantes de boleros. Mas bien se amontona en torno a los escritores y políticos, particularmente si son extranjeros. Lejos de criticarlos, me atrevo a saludarlos. Junto a las pelandrunas que siguen a Menudo, son los últimos admiradores ingenuos que nos van quedando.

Pese a estas expresiones tardías, presiento que el cholulismo es una causa perdida. Mala señal es avergonzarse de los sentimientos. Mala señal es apostar al aburrimiento de los sabelotodos. Mala señal es el temor al ridículo. Porque quien teme al ridículo está perdido para toda acción heroica.