A pesar de la humedad, de los mosquitos, de la lluvia, del dengue, de las invasiones a Irak, Afganistán, del atentado en la India, del éxito de Miranda!, del disco número 208 de la Mona Giménez en el que pone nuevos hits como ¿Quién se ha fumado todo el faso? y Peso a peso me endeudé en la AFIP, de la victoria del primer negro en una elección presidencial en Estados Unidos, de la expropiación de Aerolíneas Argentinas, de los 456 piquetes que hay en el país reclamando por el aumento del pancho en los carribares, de los docentes que dejan de trabajar para reclamar que les paguen lo que habían dejado de trabajar antes, del nuevo impuesto al consumo indiscriminado de Sol, del quilombo que se armó por la planta de reciclaje de residuos en Paraná, de la falta de agua y electricidad en la mayor parte del país a pesar de que De Vido dijo que él garantizaba el suministro de ambos servicios pero que minga se iba a cortar el bigote, del aumento de peso de Susana Giménez, de que Maradona haya asumido como técnico de la Selección de fútbol, de que aun no se haya descubierto la cura para el cáncer, el SIDA y otras enfermedades venéreas, de que aun no se haya descubierto como todavía sigue al aire El Muro Infernal, de la proximidad de una nueva navidad en que la tía se vestirá de Papá Noel pero olvidará despintarse las uñas del pie, de la inexistencia de grupos de música que valgan la pena y debamos recurrir a las glorias de antaño, de no verle una posible utilidad al estudio de la gramática estructural, del inexplicable caso de un chico que se quedó encerrado en un boliche durante todo un fin de semana y apareció desnudo sin poder dar explicaciones de su situación, de que el maní sea tan afrodisíaco como un kilo de ostras malayas con salsa de arándanos, de que Capussotto no esté más en la tele pero siga robando con el refrito de lo que ya hizo y la gente lo siga aplaudiendo como si fuera un genio, de que la llegada a la Luna puede haber sido una pantomima de los Estados Unidos para hacerse los chetos y dejar a los rusos con la sangre en el ojo, de que nadie entienda un corno cuando habla un colombiano, del uso de palabras en inglés como sale u off para indicar rebajas y liquidaciones en los negocios de ropa, a pesar de todo eso y de no saber de dónde venimos ni a dónde vamos....
....a mí no se me ocurrió nada sobre que escribir esta semana.
sábado, 29 de noviembre de 2008
domingo, 23 de noviembre de 2008
La vida detrás de las pelotas
El RGM se avergüenza en presentarles una de sus nuevas secciones, otra de las cuales tal vez no aparezcan más, pero sirven para salir al paso por un tiempo. Con ustedes, "subestimadas profesiones de importancia", notas que dan muestra de aquellas tareas de gran relevancia que no son debidamente reconocidas por el público en general.
Subestimadas Profesiones de Importancia
Hoy: Ballboy
El noble deporte del tenis nos deslumbra con su belleza partido tras partido, torneo tras torneo. Cada punto nos hace deleitar con la calidad de los golpes de cada exquisito tenista y con el coraje de cada corrida hacia la veloz pelota.
Sin embargo, tras esta cortina de belleza hay una gran masa de gente que se sacrifica para que el espectáculo se desarrolle de la mejor manera. Personas que trabajan para el tenis y sin embargo están para no ser vistos. Ha llegado el día de reivindicar a la especie más subestimada de éstas, los ballboys, chicos pelota. No sólo ponen su persona al servicio del tenista de turno, sino que se agachan ante el espectáculo y hasta arriesgan su integridad física con el único objeto de hacer más bello el deporte que aman.
Pequeña Reseña histórica
Si bien hay diferentes teorías acerca del nacimiento de la disciplina ballboylistíca, algunos documentos antiguos nos señalan que ésta dataría del año 1350 aproximadamente, cuando la tribu Gaxzuectizxcá, de raíces aztecas implementaron un alcanza pelotas para su deporte consistente en meter una pequeña pelota hecha con hojas de cacao por unos anillos en la pared, tratando de pegarle con el codo o los hombros. En definitiva, el deporte era rudimentario y extremadamente estúpido, como los actuales, pero la novedad consistía en que el sujeto encargado de alcanzar las pelotas corriera por el perímetro del cancha con la intención de que las bolas se pusieran rápidamente en juego luego de cada pérdida de posesión de los jugadores.
Más adelante, los ingleses al oficializar al tiro con arco como deporte, y ante el desgano de ir a buscar las flechas arrojadas al interior del bosque luego de cada lanzamiento, contrataron esclavos o criados para que lo hagan por ellos. La disciplina siguió evolucionando hasta el siglo XX, cuando la figura del ballboy adoptó su forma actual.
Reconocidos Ballboys
Tal vez el primer ballboy reconocido fue el escocés Ray Careless, el cual ha quedado para la posteridad como el pionero en la disciplina. Su rapidez y elegancia para correr en cuclillas hacia las pelotas en la red y sus precisos pases de pelotas al ras del suelo a sus compañeros lo distinguieron así como sus oscuras gafas que lo proyectaron a la fama.
Pero si bien la importancia de Careless es innegable, también es incuestionable que el ballboy más famoso de la historia fue el Neozelandés Teddy Mc Aronne. El talento de éste ballboy, profesional durante los ochenta y parte de los noventa, ha quedado plasmada en cada cancha del circuito tenístico. Sus simpáticas maneras de pasarle pelotas a los tenistas, así como su frase "Agarrame la tercer pelota" lo catapultaron al cariño del público y al primer plano del deporte mundial. Setenta veces tapa de la revista "Ballboys de arcilla y pasto", Teddy tiene aún cientos de clubs de fans alrededor del mundo. "Ted es espectacular" exclamó Mc Enroe luego de ganar por tercera vez el Us Open; "Cuando sea grande quiero ser como Teddy" dijo Pete Sampras luego de ganar su décimo grand slam.
Una profesión de riesgo
Así como el ballboylismo es una profesión noble, es también de gran peligro para quienes la ejercen. Nadie nos borrará el recuerdo del marroquí Ismahel Lehamsi el 12 de octubre de 2001, cuando recibió un primer saque de Andy Roddick en uno de sus testículos y le diagnosticaron muerte testicular. Otro episodio negro fue el del peruano Armando T. Uno, cuando en el abierto de Cuzco de 1993 perdió la audición en su oído derecho al caérsele la silla del umpire encima.
Más allá de las canchas, los ballbays son ejemplos para la sociedad: un trabajo desinteresado, de perfil bajo y sin pretensiones de confrontación violenta o de ningún otro tipo. Cada ballboy es el molde de un buen ciudadano y por eso declaramos a ésta como una subestimada profesión de importancia. ¿Qué sería del tenis sin ballboys? ¿Qué sería del mundo sin humildad desinteresada? ¿Qué sería de Del Potro sin lesiones? Las respuestas están a la vista.
Subestimadas Profesiones de Importancia
Hoy: Ballboy
El noble deporte del tenis nos deslumbra con su belleza partido tras partido, torneo tras torneo. Cada punto nos hace deleitar con la calidad de los golpes de cada exquisito tenista y con el coraje de cada corrida hacia la veloz pelota.
Sin embargo, tras esta cortina de belleza hay una gran masa de gente que se sacrifica para que el espectáculo se desarrolle de la mejor manera. Personas que trabajan para el tenis y sin embargo están para no ser vistos. Ha llegado el día de reivindicar a la especie más subestimada de éstas, los ballboys, chicos pelota. No sólo ponen su persona al servicio del tenista de turno, sino que se agachan ante el espectáculo y hasta arriesgan su integridad física con el único objeto de hacer más bello el deporte que aman.
Pequeña Reseña histórica
Si bien hay diferentes teorías acerca del nacimiento de la disciplina ballboylistíca, algunos documentos antiguos nos señalan que ésta dataría del año 1350 aproximadamente, cuando la tribu Gaxzuectizxcá, de raíces aztecas implementaron un alcanza pelotas para su deporte consistente en meter una pequeña pelota hecha con hojas de cacao por unos anillos en la pared, tratando de pegarle con el codo o los hombros. En definitiva, el deporte era rudimentario y extremadamente estúpido, como los actuales, pero la novedad consistía en que el sujeto encargado de alcanzar las pelotas corriera por el perímetro del cancha con la intención de que las bolas se pusieran rápidamente en juego luego de cada pérdida de posesión de los jugadores.
Más adelante, los ingleses al oficializar al tiro con arco como deporte, y ante el desgano de ir a buscar las flechas arrojadas al interior del bosque luego de cada lanzamiento, contrataron esclavos o criados para que lo hagan por ellos. La disciplina siguió evolucionando hasta el siglo XX, cuando la figura del ballboy adoptó su forma actual.
Reconocidos Ballboys
Tal vez el primer ballboy reconocido fue el escocés Ray Careless, el cual ha quedado para la posteridad como el pionero en la disciplina. Su rapidez y elegancia para correr en cuclillas hacia las pelotas en la red y sus precisos pases de pelotas al ras del suelo a sus compañeros lo distinguieron así como sus oscuras gafas que lo proyectaron a la fama.
Pero si bien la importancia de Careless es innegable, también es incuestionable que el ballboy más famoso de la historia fue el Neozelandés Teddy Mc Aronne. El talento de éste ballboy, profesional durante los ochenta y parte de los noventa, ha quedado plasmada en cada cancha del circuito tenístico. Sus simpáticas maneras de pasarle pelotas a los tenistas, así como su frase "Agarrame la tercer pelota" lo catapultaron al cariño del público y al primer plano del deporte mundial. Setenta veces tapa de la revista "Ballboys de arcilla y pasto", Teddy tiene aún cientos de clubs de fans alrededor del mundo. "Ted es espectacular" exclamó Mc Enroe luego de ganar por tercera vez el Us Open; "Cuando sea grande quiero ser como Teddy" dijo Pete Sampras luego de ganar su décimo grand slam.
Una profesión de riesgo
Así como el ballboylismo es una profesión noble, es también de gran peligro para quienes la ejercen. Nadie nos borrará el recuerdo del marroquí Ismahel Lehamsi el 12 de octubre de 2001, cuando recibió un primer saque de Andy Roddick en uno de sus testículos y le diagnosticaron muerte testicular. Otro episodio negro fue el del peruano Armando T. Uno, cuando en el abierto de Cuzco de 1993 perdió la audición en su oído derecho al caérsele la silla del umpire encima.
Más allá de las canchas, los ballbays son ejemplos para la sociedad: un trabajo desinteresado, de perfil bajo y sin pretensiones de confrontación violenta o de ningún otro tipo. Cada ballboy es el molde de un buen ciudadano y por eso declaramos a ésta como una subestimada profesión de importancia. ¿Qué sería del tenis sin ballboys? ¿Qué sería del mundo sin humildad desinteresada? ¿Qué sería de Del Potro sin lesiones? Las respuestas están a la vista.
viernes, 14 de noviembre de 2008
Serie: Los Juegos del Ayer. Ring Raje
Hello everybody!....Feeling good?....Are you ready to rock?!.....are you ready to roll?!........OK!.....Let's do it!
(¡Hola a todos!.....¿Andan bien?.....¿Están listos para rockear?....¿están listos para rollear?.....¡Bueno! ¡Hagámoslo!)
Freddie Mercury
Los juegos infantiles son los culpables de la mayor parte de las alegrías de la vida, o por lo menos eso aseguran algunos círculos de eruditos. Imaginación pura o actividades casi totalmente desprovistas de objetos necesarios para practicarlas forman parte de la cotidianeidad infantil.
Fue mi intención intentar recordar alguno de aquellos juegos de la infancia y sus características principales, porque como dicen por ahí: todos llevamos un niño interior adentro nuestro.
Ring raje
Aún se conservan en algunos museos y bibliotecas del viejo contintente (cosa rara, porque los viejos suelen ser incontinentes) antiquísimos manuscritos en los cuales se mencionan antiguas prácticas muy parecidas al actual ring raje:
En el tercer tomo del "Libro del juglar", de autor anónimo y fechado entre 1322 y 1455 se nos cuenta que en años anteriores en la ciudad de Carcassonne, situada al sur del país galo, los nobles se entretenían golpeando en las puertas de las interminables habitaciones de la fortaleza, huyendo rápidamente a espiar desde algún recodo si alguien acudía desde dentro. Se cuenta en el mismo manuscrito un suceso de este estilo ocurrido en la primavera de 1196:
Dice la crónica que:
"En ocasión de un baile para homenajear los dos años de su asunción como Conde de Tolosa, Raimundo VI, recientemente casado con Juana de Inglaterra (hija del Rey Enrique II de Ingletarra y hermana de Ricardo Corazón de León y de Juan sin Tierra) se enamoró perdidamente de una bella doncella, la duquesa de Borgoña: Matilde de Portugal, quién se fijó en el interés que le demostraba el conde Raimundo. La duquesa luego de algunos bailes logró escabullirse del salón, dejando previamente una orden a su dama de compañía de que le diera un mensaje que ella había escrito para el conde. La doncella entregó el mencionado mensaje a Raimundo, el cual se retiró excusando dolores de cabeza y fue hacia sus aposentos a fin de leer el escrito de Matilde. Éste decía: "No he podido evitar observar su gran interés en mí, lo espero en el segundo patio. Matilde".
El conde se vistió con sus mejores ropas y se perfumó el cuerpo con esencias traídas del lejano oriente y apuró el paso hacia el segundo patio, donde lo esperaba la bella Matilde. En el mismo acto se metieron en una de las habitaciones contiguas y dieron rienda suelta a sus pasiones. Entretanto, unos nobles, amigos del duque Eudes III de Borgoña, esposo de Matilde, que habían visto toda la acción se decidieron a jugar una trampa al conde y a la duquesa. Primero avisaron al duque que el conde necesitaba verlo y que lo esperaba en treinta minutos en el patio, luego fueron hasta el aposento donde yacían los nuevos enamorados y esperando un tiempo prudencial procedieron a golpear repetidamente la puerta al grito de: ¡abran que se incendia el palacio!. El conde que no sabía nada por haber estado ocupado, salió a medio vestir y cuando abrió la puerta encontró al duque de Borgoña con cara de extrañeza, quién le sugirió concretar la reunión en la habitación a fin de evitar oídos indiscretos. El conde trató de persuadirlo de que lo hicieran en otro aposento pero el duque tenía prisa y entró sin más rodeos, encontrando a su esposa envuelta apenas en unas sábanas y el resto de la ropa del duque esparcida en el suelo de la habitación."
Veamos a continuación una descripción de como se desarrolla el juego:
Participantes
De 1 en adelante. Sin embargo, el ring raje solitario es poco gracioso y pierde parte de su atractivo al no poder compartir la adrenalina con otros.
Objetos necesarios
Timbre simple y común (los porteros inalámbricos suelen perjudicar el atractivo)
Desarrollo del juego
El primer paso es decidir cuál será la casa víctima de la broma, esto puede variar de acuerdo al habitante de la mencionada vivienda: usualmente se hace en la casa de alguien fuera de todo parentesco con los participantes del juego. Una vez planeada la víctima es prudente pensar los posibles planes de escape.
Estrategias del ring raje
* La más común es la que da nombre al juego, esto es, tocar el timbre y salir corriendo a todo lo que se da hasta algún lugar en que no pueda decidirse su grado de involucramiento en el hecho. Es preferible tener siempre una esquina a la cual dar vuelta cerca del lugar de la casa en cuestión.
* Tocar el timbre y cruzarse de calle fingiendo estar pasando para cortarse el pelo en la peluquería de la esquina, comprar medio kilo de naranjas en la verdulería de Cacho, o cualquier otro menester doméstico pertinente.
* Si se cuenta con más de un integrante en el grupo es posible diagramar un plan en el que uno de los individuos haga de distracción señalando hacia el lugar contrario al que corre el resto. Es una maniobra arriesgada pues si descubren el engaño será el primero en recibir los insultos.
* Pegar el timbre con cinta adhesiva y luego adoptar cualquiera de las estrategias mencionadas anteriormente.
Decaimiento de la práctica del ring raje
La proliferación de porteros eléctricos, desaprensión por atender a la puerta y el uso de ventanas para cotejar quién llama ha mellado la efectividad del juego y por lo tanto su práctica al perderse el sentido que lo convertía en un juego de riesgo.
El ring raje actualmente se desarrolla en algunas ciudades del interior del país, aunque en menor medida que la década pasada en que se trataba de una práctica habitual por parte de los niños todavía no embelezados por la maravilla de la internet.
Noticias actuales indican que no se ha abandonado el gusto por el juego como lo indica esta aparecida en un diario digital en 2007.
¡¡¡¡RIIIIIIIIIIIIIIING!!!!!
Fue mi intención intentar recordar alguno de aquellos juegos de la infancia y sus características principales, porque como dicen por ahí: todos llevamos un niño interior adentro nuestro.
Ring raje
Aún se conservan en algunos museos y bibliotecas del viejo contintente (cosa rara, porque los viejos suelen ser incontinentes) antiquísimos manuscritos en los cuales se mencionan antiguas prácticas muy parecidas al actual ring raje:
En el tercer tomo del "Libro del juglar", de autor anónimo y fechado entre 1322 y 1455 se nos cuenta que en años anteriores en la ciudad de Carcassonne, situada al sur del país galo, los nobles se entretenían golpeando en las puertas de las interminables habitaciones de la fortaleza, huyendo rápidamente a espiar desde algún recodo si alguien acudía desde dentro. Se cuenta en el mismo manuscrito un suceso de este estilo ocurrido en la primavera de 1196:
Dice la crónica que:
"En ocasión de un baile para homenajear los dos años de su asunción como Conde de Tolosa, Raimundo VI, recientemente casado con Juana de Inglaterra (hija del Rey Enrique II de Ingletarra y hermana de Ricardo Corazón de León y de Juan sin Tierra) se enamoró perdidamente de una bella doncella, la duquesa de Borgoña: Matilde de Portugal, quién se fijó en el interés que le demostraba el conde Raimundo. La duquesa luego de algunos bailes logró escabullirse del salón, dejando previamente una orden a su dama de compañía de que le diera un mensaje que ella había escrito para el conde. La doncella entregó el mencionado mensaje a Raimundo, el cual se retiró excusando dolores de cabeza y fue hacia sus aposentos a fin de leer el escrito de Matilde. Éste decía: "No he podido evitar observar su gran interés en mí, lo espero en el segundo patio. Matilde".
El conde se vistió con sus mejores ropas y se perfumó el cuerpo con esencias traídas del lejano oriente y apuró el paso hacia el segundo patio, donde lo esperaba la bella Matilde. En el mismo acto se metieron en una de las habitaciones contiguas y dieron rienda suelta a sus pasiones. Entretanto, unos nobles, amigos del duque Eudes III de Borgoña, esposo de Matilde, que habían visto toda la acción se decidieron a jugar una trampa al conde y a la duquesa. Primero avisaron al duque que el conde necesitaba verlo y que lo esperaba en treinta minutos en el patio, luego fueron hasta el aposento donde yacían los nuevos enamorados y esperando un tiempo prudencial procedieron a golpear repetidamente la puerta al grito de: ¡abran que se incendia el palacio!. El conde que no sabía nada por haber estado ocupado, salió a medio vestir y cuando abrió la puerta encontró al duque de Borgoña con cara de extrañeza, quién le sugirió concretar la reunión en la habitación a fin de evitar oídos indiscretos. El conde trató de persuadirlo de que lo hicieran en otro aposento pero el duque tenía prisa y entró sin más rodeos, encontrando a su esposa envuelta apenas en unas sábanas y el resto de la ropa del duque esparcida en el suelo de la habitación."
Veamos a continuación una descripción de como se desarrolla el juego:
Participantes
De 1 en adelante. Sin embargo, el ring raje solitario es poco gracioso y pierde parte de su atractivo al no poder compartir la adrenalina con otros.
Objetos necesarios
Timbre simple y común (los porteros inalámbricos suelen perjudicar el atractivo)
Desarrollo del juego
El primer paso es decidir cuál será la casa víctima de la broma, esto puede variar de acuerdo al habitante de la mencionada vivienda: usualmente se hace en la casa de alguien fuera de todo parentesco con los participantes del juego. Una vez planeada la víctima es prudente pensar los posibles planes de escape.
Estrategias del ring raje
* La más común es la que da nombre al juego, esto es, tocar el timbre y salir corriendo a todo lo que se da hasta algún lugar en que no pueda decidirse su grado de involucramiento en el hecho. Es preferible tener siempre una esquina a la cual dar vuelta cerca del lugar de la casa en cuestión.
* Tocar el timbre y cruzarse de calle fingiendo estar pasando para cortarse el pelo en la peluquería de la esquina, comprar medio kilo de naranjas en la verdulería de Cacho, o cualquier otro menester doméstico pertinente.
* Si se cuenta con más de un integrante en el grupo es posible diagramar un plan en el que uno de los individuos haga de distracción señalando hacia el lugar contrario al que corre el resto. Es una maniobra arriesgada pues si descubren el engaño será el primero en recibir los insultos.
* Pegar el timbre con cinta adhesiva y luego adoptar cualquiera de las estrategias mencionadas anteriormente.
Decaimiento de la práctica del ring raje
La proliferación de porteros eléctricos, desaprensión por atender a la puerta y el uso de ventanas para cotejar quién llama ha mellado la efectividad del juego y por lo tanto su práctica al perderse el sentido que lo convertía en un juego de riesgo.
El ring raje actualmente se desarrolla en algunas ciudades del interior del país, aunque en menor medida que la década pasada en que se trataba de una práctica habitual por parte de los niños todavía no embelezados por la maravilla de la internet.
Noticias actuales indican que no se ha abandonado el gusto por el juego como lo indica esta aparecida en un diario digital en 2007.
¡¡¡¡RIIIIIIIIIIIIIIING!!!!!
miércoles, 5 de noviembre de 2008
Crónica de los Precios Bajos
"Pasan cosas muy raras en el autoservicio Gutiérrez" nos decía Marta, una señora del barrio Chirola. Y la vecina tiene razón: hace poco menos de un mes, desde que inauguró, el local ha sido víctima de extraños incidentes, los cuales han desconcertado a la emprendedora familia Gutiérrez tanto como a los chismosos de la zona.
Lo cierto es que desde su apertura, todos los sábados el local que intenta ocupar el rol de supermercado de barrio, amanece totalmente destartalado: la mercadería por el piso, desparramada, objetos rotos, góndolas caídas...
"Lo más extraño de todo -asegura Luis, frecuente del Bar el Bardo, lindero del autoservicio- es que nunca se llevan nada: las únicas pérdidas son producidas por objetos rotos y mermas de los productos".
"El primer sábado pensé en muchas cosas: una broma pesada, intento de intimidación, incluso no descarté algún movimiento sísmico" nos cuenta Roque Gutiérrez, propietario del negocio. Lo cierto es que consternado decidió pasar el día acomodando el local que ya había preparado algunos días atrás.
Para la semana siguiente contrató a un sereno, el cual ocupando el perímetro del edificio, tenía la tarea de evitar posibles intromisiones no deseadas. Tamaña sorpresa causó al Sr. Gutiérrez (y tamaño despido al guardia) el hecho de que el siguiente sábado el local volvió a amanecer totalmente patas para arriba.
"Estaba completamente desesperado" nos comenta Gutiérrez, con voz cansada. Y no era para menos: una vez más el supermercado se encontraba en un mar de naranjas rodando por el piso, litros de desodorante para piso volcado y una buena cantidad de carteles quemados. Sin embargo, no parecía faltar nada más allá de lo roto.
Al tercer sábado, Gutiérrez decidió quedarse él mismo del lado de adentro del local. No confiaba en nadie luego de los sucesos pasados. Llegó al negocio diez minutos antes del cierre (alrededor de las 21.50) y se ubicó cómodamente en la sección revistas, en donde hojeó ansiosamente una Anteojito del año 93. Pasaban los minutos y Gutiérrez seguía allí, sentado en la misma reposera de playa, con los ojos abiertos de par en par: nervioso, con algo de miedo y expectante de aventura.
Lo que pasó, Gutiérrez aún no se lo explica. Recuerda haber estado todavía en el mismo asiento, en el mismo pasillo (desde el cual podía ver casi en su totalidad el local) hasta alrededor de las 23.45, cuando de repente creyó sentir un leve pinchazo en la parte posterior de su brazo e inmediatamente se sintió extraordinariamente cansado. Confundido, intentó incorporarse y recuerda haber caído de bruces al piso, en donde se quedó dormido segundos después.
La mañana siguiente Gutiérrez despertó con los primeros rayos del sol y para su frustración pudo ver como el local nuevamente se encontraba en ruinas. Lo habían dormido, quien fuera que haya sido, lo había tomado por detrás y se habían deshecho de él para obrar una vez más con total tranquilidad.
Esos días vieron a Gutiérrez más decidido que nunca: se propuso que nunca más le sucederían cosas de esta naturaleza y de inmediato inició acciones extremas. Contrató de inmediato a un escuadrón de seguridad conformado por cuatro hombre armados especialmente preparados en espionaje y un detective privado de renombre en la región: el Dr. Pingsdorf.
Aunque el gasto en este servicio le haya costado a Gutiérrez más pérdidas aún de las ya existentes, el viernes por la noche dejó el local con la sensación de que el equipo que dejaba en el lugar le daría una gran satisfacción la mañana siguiente.
Gutiérrez se dirigió a su casa, cenó con su familia de muy buen humor y hasta sintonizó su programa de música clásica preferido. Estaba muy confiado. Y muy equivocado.
Cuando llegó el sábado a las 6.30 de la mañana, Gutiérrez sintió como el alma le caía abruptamente al suelo. Por las ventanas transparentes del negocio distinguió cuatro fornidos cuerpos caídos en el suelo del local y el mismo desorden de siempre. Corrió hacia la puerta, la abrió rápidamente y se dirigió sin escalas a los guardianes desmayados. Tardó diez minutos en despertarlos y sólo obtuvo testimonios de incredulidad: habían sentido al mismo tiempo pinchazos y habían caído dormidos.
Gutiérrez no lo podía creer, lo habían burlado una vez más. Y de repente algo le vino a la cabeza: el detective.
Los guardias decían no haberlo visto luego de entrar al local, y como no lo conocían, no se molestaron en establecer ningún tipo de relación con éste.
Gutiérrez buscó a tientas por todo el desorden la figura de Pingsdorf, al que esperaba también dormido en algún rincón. Pero no. No estaba en ningún lado. Llamó a la casa del detective, y nunca había llegado allí. Preguntó a los vecinos y nadie supo decirle nada. Daba la impresión de que había sido tragado por la tierra.
Una vez más poco a poco, con la ayuda de su familia y de algún que otro vecino solidario, Gutiérrez se dispuso a ordenar el local ese sábado por la tarde. Estaban por terminar cerca del horario de la cena cuando debajo de una góndola, Gutiérrez vislumbró un artefacto cuadrado. Estiró su brazo para alcanzarlo y con esfuerzo lo logró. Era un grabador de voz y tenía en la parte de abajo una etiqueta con el nombre de Dr. Pingsdorf en él. Con lentitud, abrió el artefacto y encontró un cassette en el interior del aparato. A la misma velocidad rebobinó la cinta y apretó el botón de play.
Empezó a escuchar lo que parecía el seguimiento de la investigación llevada a cabo, con la voz de Pingsdorf relatando cosas como "Son las 23.15, estoy dentro de las casas para perros, los guardias vigilan, área despejada" ó "23.25, no hay novedades, toda el área está limpia". Gutiérrez escuchaba con atención lo que parecía una tranquila pero severa vigilancia. Pero todo cambiaría de repente.
"Son las 23.59, sigo en la sección mascotas, dentro de una casa para perros. Todo tranquilo, pero... ¡momento!... Veo algo, avanzan unos... ¿baldes? Si, unos baldes y unas sogas vienen marchando hacia... acá! Creo que me vieron, pero, ¿cómo puede ser? ¡Van por sí solos!...¡No, suéltenme! ¡No! ¡Noooo!"
Gutiérrez quedó pasmado. La cinta se cortaba inmediatamente después de las súplicas de Pingsdorf. Le pareció increíble el solo hecho de estar considerando que los objetos de sus supermercado se movieran por sí solos. Pero admitió, a su vez, que era hora de rendirse. Al día siguiente regaló todo lo que quedaba dentro del local y abandonó el negocio.
"Pasaban cosas raras en lo de Gutiérrez, pasaban cosas raras", nos dice nuevamente Marta, la vecina del barrio Chirola.
Lo cierto es que desde su apertura, todos los sábados el local que intenta ocupar el rol de supermercado de barrio, amanece totalmente destartalado: la mercadería por el piso, desparramada, objetos rotos, góndolas caídas...
"Lo más extraño de todo -asegura Luis, frecuente del Bar el Bardo, lindero del autoservicio- es que nunca se llevan nada: las únicas pérdidas son producidas por objetos rotos y mermas de los productos".
"El primer sábado pensé en muchas cosas: una broma pesada, intento de intimidación, incluso no descarté algún movimiento sísmico" nos cuenta Roque Gutiérrez, propietario del negocio. Lo cierto es que consternado decidió pasar el día acomodando el local que ya había preparado algunos días atrás.
Para la semana siguiente contrató a un sereno, el cual ocupando el perímetro del edificio, tenía la tarea de evitar posibles intromisiones no deseadas. Tamaña sorpresa causó al Sr. Gutiérrez (y tamaño despido al guardia) el hecho de que el siguiente sábado el local volvió a amanecer totalmente patas para arriba.
"Estaba completamente desesperado" nos comenta Gutiérrez, con voz cansada. Y no era para menos: una vez más el supermercado se encontraba en un mar de naranjas rodando por el piso, litros de desodorante para piso volcado y una buena cantidad de carteles quemados. Sin embargo, no parecía faltar nada más allá de lo roto.
Al tercer sábado, Gutiérrez decidió quedarse él mismo del lado de adentro del local. No confiaba en nadie luego de los sucesos pasados. Llegó al negocio diez minutos antes del cierre (alrededor de las 21.50) y se ubicó cómodamente en la sección revistas, en donde hojeó ansiosamente una Anteojito del año 93. Pasaban los minutos y Gutiérrez seguía allí, sentado en la misma reposera de playa, con los ojos abiertos de par en par: nervioso, con algo de miedo y expectante de aventura.
Lo que pasó, Gutiérrez aún no se lo explica. Recuerda haber estado todavía en el mismo asiento, en el mismo pasillo (desde el cual podía ver casi en su totalidad el local) hasta alrededor de las 23.45, cuando de repente creyó sentir un leve pinchazo en la parte posterior de su brazo e inmediatamente se sintió extraordinariamente cansado. Confundido, intentó incorporarse y recuerda haber caído de bruces al piso, en donde se quedó dormido segundos después.
La mañana siguiente Gutiérrez despertó con los primeros rayos del sol y para su frustración pudo ver como el local nuevamente se encontraba en ruinas. Lo habían dormido, quien fuera que haya sido, lo había tomado por detrás y se habían deshecho de él para obrar una vez más con total tranquilidad.
Esos días vieron a Gutiérrez más decidido que nunca: se propuso que nunca más le sucederían cosas de esta naturaleza y de inmediato inició acciones extremas. Contrató de inmediato a un escuadrón de seguridad conformado por cuatro hombre armados especialmente preparados en espionaje y un detective privado de renombre en la región: el Dr. Pingsdorf.
Aunque el gasto en este servicio le haya costado a Gutiérrez más pérdidas aún de las ya existentes, el viernes por la noche dejó el local con la sensación de que el equipo que dejaba en el lugar le daría una gran satisfacción la mañana siguiente.
Gutiérrez se dirigió a su casa, cenó con su familia de muy buen humor y hasta sintonizó su programa de música clásica preferido. Estaba muy confiado. Y muy equivocado.
Cuando llegó el sábado a las 6.30 de la mañana, Gutiérrez sintió como el alma le caía abruptamente al suelo. Por las ventanas transparentes del negocio distinguió cuatro fornidos cuerpos caídos en el suelo del local y el mismo desorden de siempre. Corrió hacia la puerta, la abrió rápidamente y se dirigió sin escalas a los guardianes desmayados. Tardó diez minutos en despertarlos y sólo obtuvo testimonios de incredulidad: habían sentido al mismo tiempo pinchazos y habían caído dormidos.
Gutiérrez no lo podía creer, lo habían burlado una vez más. Y de repente algo le vino a la cabeza: el detective.
Los guardias decían no haberlo visto luego de entrar al local, y como no lo conocían, no se molestaron en establecer ningún tipo de relación con éste.
Gutiérrez buscó a tientas por todo el desorden la figura de Pingsdorf, al que esperaba también dormido en algún rincón. Pero no. No estaba en ningún lado. Llamó a la casa del detective, y nunca había llegado allí. Preguntó a los vecinos y nadie supo decirle nada. Daba la impresión de que había sido tragado por la tierra.
Una vez más poco a poco, con la ayuda de su familia y de algún que otro vecino solidario, Gutiérrez se dispuso a ordenar el local ese sábado por la tarde. Estaban por terminar cerca del horario de la cena cuando debajo de una góndola, Gutiérrez vislumbró un artefacto cuadrado. Estiró su brazo para alcanzarlo y con esfuerzo lo logró. Era un grabador de voz y tenía en la parte de abajo una etiqueta con el nombre de Dr. Pingsdorf en él. Con lentitud, abrió el artefacto y encontró un cassette en el interior del aparato. A la misma velocidad rebobinó la cinta y apretó el botón de play.
Empezó a escuchar lo que parecía el seguimiento de la investigación llevada a cabo, con la voz de Pingsdorf relatando cosas como "Son las 23.15, estoy dentro de las casas para perros, los guardias vigilan, área despejada" ó "23.25, no hay novedades, toda el área está limpia". Gutiérrez escuchaba con atención lo que parecía una tranquila pero severa vigilancia. Pero todo cambiaría de repente.
"Son las 23.59, sigo en la sección mascotas, dentro de una casa para perros. Todo tranquilo, pero... ¡momento!... Veo algo, avanzan unos... ¿baldes? Si, unos baldes y unas sogas vienen marchando hacia... acá! Creo que me vieron, pero, ¿cómo puede ser? ¡Van por sí solos!...¡No, suéltenme! ¡No! ¡Noooo!"
Gutiérrez quedó pasmado. La cinta se cortaba inmediatamente después de las súplicas de Pingsdorf. Le pareció increíble el solo hecho de estar considerando que los objetos de sus supermercado se movieran por sí solos. Pero admitió, a su vez, que era hora de rendirse. Al día siguiente regaló todo lo que quedaba dentro del local y abandonó el negocio.
"Pasaban cosas raras en lo de Gutiérrez, pasaban cosas raras", nos dice nuevamente Marta, la vecina del barrio Chirola.
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