El "cambio" o (más correctamente) "vuelto", es aquel saldo monetario restante que recibe el comprador de algún bien o servicio cuando el importe a pagar es menor al monto que él desembolsó. Es el dinero restante luego del saldado de cuentas. Son las monedas que te devuelve el kiosquero cuando vas a comprar puchos. Etcétera.
En esta parte de la exposición, el lector se estará preguntando cosas como: ¿En serio va a publicar un post sobre los vueltos?,¿No le parece un tema insignificante?,¿Se está quedando sin ideas?,¿Nos toma por pelotudos?,¿Está bajo los efectos de múltiples estupefacientes?. Y las respuestas, lamentablemente, son todas por la afirmativa.
No obstante, aunque parezca ésta una temática marginal, la realidad muestra que no lo es: constantemente grandes y poderosas empresas amplían sus franjas de ganancia a partir del apoderamiento del denominado “cambio”. Téngase en cuenta, por ejemplo, la enorme reducción de impuestos que efectúa Wal Mart cuando “dona” los vueltos aportados por los clientes a algún hospital de niños.
Hablo de “cambio” como un nombre erróneo porque no representa en sí ninguna transacción de equivalentes: el “cambio” no es parte del “inter-cambio”, sino tan sólo el restante que queda luego de que éste se lleve a cabo.
De cualquier manera, dejando de lado las cuestiones economicistas, mi propuesta es profundizar en tres aspectos de la problemática cotidiana del vuelto, a las cuales nos enfrentamos comúnmente en nuestra existencia diaria.
En primer lugar, el mismo hecho de tener monedas (dinero de baja denominación) representa una dificultad en sí misma. Los transportes públicos, los parquímetros, los teléfonos públicos... muchas de las acciones básicas del habitante de un centro urbano dependen de la circulación efectiva de monedas de ardua consecución. Los comerciantes, acostumbrados a esta problemática, tienden a profundizarla cuando retienen de manera caprichosa toda pequeña moneda que se encuentran y se niegan de manera sistemática a ceder como vuelto los céntimos que para ese fin habían sido conservados. El resultado es que no hay “cambio” en ningún lado. Diálogos como este se suceden en cada kiosco:
-¿Disculpe, tiene cambio de dos pesos en moneda para usarlos en el colectivo?
-¿No ve el cartel?. No hay cambio.
-Bueno, entonces déme un caramelo por diez centavos.
-Sólo si paga justo.
-Muy amable, se puede ir a cagar.
Otro problema muy frecuente ligado a la problemática del vuelto es la existencia de personas de carácter débil en lo que se refiere a la negociación por la obtención del mismo. Es decir, el aprieto que representa para algunas personas el “ir a pedir” cambio, aunque sea de manera encubierta (es decir, comprando alguna boludez barata). Veamos un ejemplo:
El Sr. Gómez debe abonar $1,50 en monedas para poder comprar el ticket de estacionamiento de su auto. Sin embargo, sólo posee una moneda de $0,50, por lo que decide comprar alguna golosina con un billete de $2 para recibir a cambio monedas suficientes para insertar en el parquímetro.
Gómez se dirige al almacén y pide un chocolatín que tiene un precio de $0,50. Pero, al ver aproximarse el billete de $2 del cliente, el almacenero (captando la intención de Gómez) exclama “No tengo cambio, pague justo”. Gómez, con el chocolatín en la mano, no se atreve a devolverlo y termina por gastar en él la única moneda que le quedaba. Ahora está más lejos aún de los ansiados $1,50.
Una última pero crucial temática en relación a los vueltos, es la presencia de trampas matemáticas que usan los comerciantes persiguiendo dos objetivos: la ampliación de la ganancia y la retención de las monedas. Muchas personas, entre las que se cuenta quien les escribe, somos víctimas de trucos aritméticos de rápida resolución que nos despojan de unos cuantos centavos o pesos.
El modus operandi de los mercaderes es el siguiente: dado un precio compuesto por números enteros y decimales y ante la negativa del cliente a su solicitud del número decimal del precio, los comerciantes piden un número decimal menor, confundiendo al comprador y posibilitando el engaño y la devolución de un vuelto menor. Analicemos un caso práctico:
-Todo junto serían… $33,80
-Muy bien, tome $50
-Tendrá 80 centavos?
-Mmm, no. No llego.
-Tal vez 30 centavos?
-Sí, 30 sí. Aquí tiene.
Lo cagaron: allí usted ya no sabe cuánto debe recibir en concepto de vuelto. Tal vez le devuelvan $16,50, tal vez $15,20 o quizás $2,30, el hecho es que estará usted tan confundido que no sabrá con certeza si el monto devuelto es el correcto.
Estas son sólo algunas de las problemáticas relativas al llamado “vuelto” o “cambio”. Es clara la relación que se establece entre ellas y los comerciantes, piedra de toque de una temática que se cobra millones de muertos por stress cada año y que hace de éste un mundo cada vez peor.