sábado, 16 de abril de 2011

La infamia de llamarse Grondona

Grondona n. m. : del latín Grondonus-a-um (gron "infamia", donus "don")
Infame, al que ha sido otorgado el don de la infamia.


Los griegos antiguos –muy pocas personas lo reconocen– fueron los verdaderos inventores de la división internacional del trabajo. Categoría que, mucho tiempo después, se le adjudicara a un señorito inglés (perdón, escocés) llamado Adam Smith que al parecer habría venido al mundo para reinventar la pólvora (que –como todos saben– fue inventada por los chinos, como [casi] todo).

Los pueblos de la hélade, tan avanzados ellos, con su filosfía, su teatro, su habilidad para la retórica y el retruécano, grandes productores de aceitunas y famosos por haber inventado los Juegos Olímpicos y también la pederastia, tenían un ordenado mundo religioso. La ventaja que tiene el politeísmo, frente a las religiones que proponen la existencia de un solo Dios, es que cada una de las deidades pueda dedicar todos sus esfuerzos a cumplir su tarea. La solución del monoteísmo es predicar la omnipotencia y omnipresencia de Dios, pero de esa manera se hace menos creíble la existencia del mal y las calamidades (como si Dios desde arriba dijera "algo habrán hecho"). Porque, ¿qué tan difícil le resultaría a un ser omnipotente y omnipresente intervenir para evitar "lo malo"?

En Grecia, la cuestión es más sencilla: no le rendís los honores requeridos a los Dioses. Hay tabla.

En fin, el politeísmo griego es casi casi como el mundo académico actual: con tener una licenciatura en gobierno de vientos no basta. Hay que tener un pos-doctorado en viento norte, o no existís.

Veamos, por ejemplo, a las encargadas de distribuir los destinos –el hado–: las moiras, tres hermanas solteronas dedicadas, la primera (Cloto) a hilar la hebra de la vida, la segunda (Láquesis) a medir el largo de la hebra, y la tercera (Átropos) a cortar el hilo.

Por lo tanto, nadie escapa a su destino, en tanto ya ha sido determinado por los dioses. En las discusiones que mantienen los estudiosos de la mitología aún no se ha llegado a un consenso respecto a quién escribe (por así decirlo) los destinos. Mientras algunos sostienen que esta tarea es propiedad exclusiva de las moiras, otros sugieren que es Zeus quién les indica a éstas como deben actuar en cada caso. Incluso, dicen, que si alguien le cae en gracia al Crónida, éste es capaz de ordenar a las hilanderas que retarden el fin de la vida de esa persona. Los que están en contra de esta teoría argumentan que la sacerdotisa Pitia confesó en un oráculo que Zeus también está sometido a lo que dicten las señoras, y que por mucho poder que tenga, con ellas no se puede hacer el loco.
Fruto de mi intermitente politeísmo, alguna vez llegué a elaborar la siguiente hipótesis: llamarse Grondona es estar condenado a la infamia. Pareciera ser que las moiras, al tratarse de los Grondonas, se dedican a hilar un destino caracterizado por el descrédito, por la deshonra, como así también por una marcada inclinación a la maldad o a la vileza, en cualquiera de sus formas.

Eso sí, debemos sospechar que don Julio tiene alguna amistad con Zeus, porque hace rato que le deberían haber cortado el hilo.


Doctor Seisdedos,
Mitógrafo, mitómano

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