Creo que en alguna ocasión he manifestado públicamente que mi barrio es un lugar único y especial, exactamente igual a todos los demás.
En el seno de esta comunidad convivimos personas de diferentes orígenes, que por cuestiones del destino (y del infortunio) terminamos viviendo en conjunto. He hablado anteriormente de la organización política de mi barrio, pero en estos momentos de crisis económica internacional, ni siquiera lugares como Cuba o la Casa de Gran Hermano pueden mantenerse aislados a sus consecuencias; es por eso que quiero hablarles del mercado del barrio, en donde se plasma cada acción invertida en el Dow Jones.
El Mercado de mi barrio está compuesto por una amplia gama de pequeños puestos que comercializan cada uno, diversos productos pertenecientes a los sectores primarios productivos. Gracias a éstos mercaderes que nos abastecen, buscando además una mínima proporción de lucro en su actividad, podemos mantener un cierto orden económico, sin dejarnos influir por la cruel economía de mercado liberal. Sin embargo hace un tiempo que no entendemos nada, y con ésta gran crisis que vemos en la tele, mostrándonos imágenes de señores calvos agarrándose la cabeza desesperados mientras miran un tablero electrónico, cada vez sabemos menos.
Según Don Pancho, el verdulero, los accionistas yanquis están "re cagados" y sacan sus acciones de las empresas industriales y ésto hace que bajen las bolsas. Ante esto se levanta Doña Raquel, la florista, que le dice que deje de robarle las violetas y principalmente que deje de hablar vanamente sobre cosas que no entiende, que el valor de la bolsa no nos perjudica en mucho, que lo importante es el producto en sí. A continuación empiezan a volar zapatillas de contrabando, cortes de novillo y alguna que otra botella de detergente.
Pero en el medio del caos, la voz de la experiencia y la sabiduría se hace oír: el Señor Hernández, vendedor de libros usados, y según se dice graduado en filosofía, alza su discurso sobre todo murmullo.
"Esto, dice Hernández, es una más de las recurrentes crisis cíclicas del capitalismo, una crisis de subconsumo, de sobreproducción, de desequilibrio entre la demanda y la oferta".
Ante esto, el resto de los comerciantes optan por irse tranquilos a sus puestos, alentados básicamente por la certeza de que no van a entender nada y por el hecho de que tanta discusión no garpa la cuenta de la luz. Sin embargo, el Conserje del Mercado, que alguna que otra vez jugó al Estanciero y sin querer leyó el suplemento Economía del Clarín porque no encontraba el de Deportes, se acerca hacia el puesto del Sr. Hernández, a fin de profundizar en la opinión de éste.
El conserje avanzó tímidamente hasta el local (sobre todo porque al haber no encontrado el suplemento deportivo aquella vez, había decidido expropiárselo al vendedor de libros) y se detuvo enfrente al anciano Sr. Hernández, que limpiaba la tapa de un polvoriento tomo de "El Capital". Ante la presencia del conserje, Hernández no esperó preguntas y continuó su argumentación. "Es simple, enfatizó, al haberse tornado una competencia entre grandes empresas que abarcan procesos productivos de todas las ramas, y al haberse invertido grandes cantidades en capital fijo y menos en consumo y en salarios, lo que hace bajar a su vez el consumo de los trabajadores, se crea una gran diferencia entre la amplia oferta de productos y la poca demanda de éstos en el mercado, lo que hace que bajen los precios, haya pérdidas, baja de tasas de ganancias, cierre de empresas, quiebras de bancos y subas enormes del desempleo".
El Conserje, que a esta altura pensaba que mejor hubiera sido quedarse limpiando su oficina, no supo más que pronunciar un ahogado "Se va todo al carajo". Hernández rió: "Si, igualmente esto ya ha pasado varias veces, y lo más probable es que luego de tocar fondo todo se vaya recuperando, pero con un nuevo líder, ya no con la hegemonía Estadounidense".
El conserje rebalsaba de interrogantes, y entreveradas las fue largando: ¿Para qué el salvataje?¿Otro líder, quién? ¿Qué va a ser de nosotros? ¿A quién sentenciaron Bailando por un sueño?...
El señor Hernández ahora no rió, se limitó a mirar pensativamente a la cara estupefacta del conserje y luego dirigió su vista a un póster de Maddona que tenía colgado en su negocio. "Ehhh... el savataje es para que no se llegue a extremos, es más, señor... los líderes podemos ser nosotros, Argentina, pero necesitamos también hacer salvatajes financieros, poner plata todos, de otra manera, ¿cómo vamos a hacer para vivir como nos merecemos? Es más, reúna urgentemente a todo el mercado, necesitamos consensuar nuestras medidas... y por favor fíjese en la guía el teléfono de ticketek, muchas gracias".
El conserje, que por un lado no entendía nada del salvataje, pero lo consideraba imprescindible y por otro lado se había quedado con la intriga de quién había sido nominado en Showmatch, rápidamente efectúo las acciones mandadas por Hernández.
Ya reunidos, el vendedor de libros de segunda mano les explicó a todos el panorama económico y llegaron al acuerdo de reunir entre todos una suma apropiada para el salvataje económico del mercado barrial: 650 pesos, dos polleras tutú y seis latas de red bull, lo cual, según explicó Hernández, pasaría a sus manos y sería invertido en donde el considere sea conveniente. Dijo además, que tenía la certeza de que si se transmitían sus ideas podíamos imponer desde Argentina un nuevo modelo económico más fuerte y justo, y que un país que había inventado inflaciones tan bajas, bolígrafos tan lindos y muertes por caída en la bañera con el detalle de disparos en la nuca, podía ser el seno de cualquier otra invención extraordinaria.
El ánimo del mercado, y del barrio en sí fue entonces de un optimismo generalizado, y mientras todos se retiraban a su casa, incluido el Señor Hernández, que se retiraba cantando "Like a Virgin" con una bandana de Maddona en la cabeza; supe, una vez más, que me encanta este sistema capitalista liberal, en el que el Estado no debe intervenir para garantizar el pleno empleo y el desarrollo natural del mercado, que traerá la prosperidad y el progreso, la igualdad de oportunidades y la felicidad; ahora, por favor que intervenga cuando nos mandamos cualquiera y necesitamos algún que otro billón de dólares para tapar algún huequito y que los misters Sociedad Anónima no se enojen.
Ah, me olvidaba, los nominados del bailando son la Guercio, De Melo, Santillán y Fassi, ¡wow!.
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