En el año 1492, Colón llegó a América. Se trataba de un audax italiano nacido en Genoa, hijo de padres rentistas y de un impresionante despliegue marítimo.
Se abría así una nueva etapa para nuestro continente, la cual culminaría a partir del siglo XIX con el surgimiento de un territorio autónomo, dejando atrás la era de la colonia impuesta por los europeos. Como argentinos, nunca olvidamos las hazañas de San Martín y el cruce de los Andes, de Belgrano y la creación de la bandera, de Sarmiento y la fundación de la educación pública Nacional. Ni que no seríamos una república independiente de no ser por el 9 de Julio de 1816.
Lamentablemente no recordamos tanto a Jorge Wilstermann, Palestino de origen, Platense de residencia. Una tarde –hace ya unos años-, Jorge, vestido con un conjunto deportivo español, tomaba un té de bolton y escuchaba viejas canciones de Yupanqui cuando comprendió que debía luchar por el porvenir. Como defensor de Bolívar y de O’Higgins, había peleado muchas veces contra los millonarios bregando por la equidad. Decidió entonces ir en su Torino al rescate de los desamparados. Su generosidad le hizo ganar una notable fama entre los colegiales del Instituto de la Rampla, lo que movilizó la adhesión de la Comisión de Actividades Infantiles del centro de estudiantes de la Universidad de Chile. En talleres conseguidos para tal fin, pudieron los más humildes practicar gimnasia y esgrima, entre otros eventos de carácter recreativo.
El nombre de Wilstermann llegó hasta los oídos de Guillermo Brown –Junior-, conocido como "el almirante Brown", quien se encontraba en Munich en 1860, encargado del arsenal de armas establecido en el Tiro Federal de la región de Bayern. Se trataba de un personaje muy influyente en la democracia de nuestro país. El militar, enfurecido por la difusión que habían adquirido las acciones de Jorge, en un huracán de furia, le quito los predios en donde se realizaba el quehacer deportivo. Inició así una quema de brujas ayudado por sus secuaces en el nuevo continente y por las ventajas de las nuevas comunicaciones que lo mantenían informado.
La reacción del oficial castrense generó un revuelo internacional, llevando al pelirrojo almirante a ser criticado alrededor del atlas todo. Numerosas veces fue increpado por peatones al grito de “Colo, Colo, sos mala lecce!” Y en una ocasión le fue arrojada una granada, la cual no llegó a explotar. Presionado para que levante la prohibición a las actividades de Wilstermann, Brown decidió refugiarse en sectores conservadores de la sociedad. Así, asistió a la Universidad Católica durante la celebración del Patronato de la Juventud Católica, con peregrinaciones por los santos San Lorenzo y Santa Marina.
Pero cuando la sociedad puebla las calles y sale de su boca un único grito, poco más puede hacerse. Los reclamos de libertad de acción para Jorge fueron acompañados por la unión de todo gremio en el país. Finalmente, durante un acto llevado a cabo en la avenida Santa Fe del barrio porteño de Palermo, la proscripción fue levantada. Y Wilstermann resurgió, como el ave Fénix.